En los últimos decenios se ha puesto cada vez más en evidencia la necesidad de ofrecer una salida formación de la actividad que favorezca el desarrollo sano y armónico de la persona en su dimensión somática, psicológica y espiritual. Solo así se lograr una vida humana y cristiana mente alegre, integrada, llena de significado y apostólicamente fecunda. Sin embargo, es frecuente entre los formadores la sensación de que disponen de pocos instrumentos para desarrollar esta tarea.